T O D A V Í A C
A E L A L L U V I A
Amor, pájaro de
ojos oceánicos, hoy una constelación de aves me ha sobrevolado y el
remolino de sus aleteos ha dejado el cielo rasgado de horizontales
heridas que dibujan un ocaso, el día marchó de puntillas y fue
súbita la oscuridad celestial. Anclé la mirada a una vela de llama
serena , aferrada a mi iris danzaba altiva una esbelta gota de fuego,
cerré los ojos y ví aún contundente su flamante presencia, se
tornaba verde y más tarde violeta. Acaso eras tú?
Amor, te digo amor y
no sé a quien hablo, he pronunciado en mitad de este atardecer
tus múltiples nombres y todo me respondía.
Por
eso te escribo, amor, y en cada línea te dejo un pájaro
oculto.
Y
escribo sobre la camaleónica piel de la vida mientras la lluvia
inicial escribe sobre la arena puntillando la superficie de la playa.
Amor, cima de todo
el bienestar, si esta arena fría en que hundo mis pies viera hundir
también tu cuerpo de nube dejaría mis dedos sumisos al impulso
aferrarse al lazo que rodea tu cuello de árbol antiguo, después
buscaría aquel hueco que hallé entre dos ramas, refugio de mi
frente más tersa, nido donde rompe su cáscara el beso. Amor, bosque
de noble madera, tu nítida desnudez cubriría con un manto de cálido
aliento, dejando mis manos ser anchos volantes, dejando mis besos
ribetear delicadas puntillas por tus fronteras, dejando a una aguja
de luna bordar en el centro los nombres que tú y yo tenemos. Pero
no hay una luna esta noche y mi piel añora calor.
Amor, cáliz de mar
de agua dulce, contra las aristas rocosas lancé estos pensamientos y
una nebulosa se alzó con voz de lamento, aquel vapor se posó
sobre estas hojas y, al dejarlas sobre la roca, la humedad
imprimió en ellas la tinta que hoy te habla. Lo ves, amor, siempre
hay un fragmento de universo donde estamos escritos y es cómplice
y testigo de lo que nos hemos dicho y de lo que ya nunca nos
diremos.
Aquí, cerca de mí,
dos hombres lanzan al centro de la noche sus cañas y, sabes amor,
no esperan nada. Yo adivino sus rostros curtidos de mar en la tímida
luz del fanal, dicen pocas palabras y de vez en cuando en sus cestos
entra una agitada fosforescencia de plata, ellos se miran y levemente
sonríen y son felices porque no lo esperaban. Y tú, amor? fuego
beduino de bienvenida, me pregunto si tú me esperabas.
Amor, hiedra
trepadora, aquí dejaste olvidadas raíces que ahora oprimen mi
voluntad. Vida, si te acuerdas, las vendrás a buscar?
Cerca
de mí, agreste corcel, aún te siento cabalgando desbocado mi
vientre pradera. Aquí te amo y, contra mi voluntad, del centro de mi
noche te aparto porque tampoco yo debiera esperar nada.
Amor,
planeta anillado de risas , todavía cae la lluvia, y sé que
aunque mi tierra no vuelvas a calar no te habrás
ido porque ya eres carne de mi carne, p u r o
a i r e.
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